Julio Torres-Recinos



(Chalatenango, El Salvador, 1962). Poeta, narrador e investigador literario. Tiene publicados los libros de poesía Crisol del tiempo, Nosotros, Una tierra extraña, Fronterasy Hojas de aire (Ediciones Lord Byron, 2008), libro que fue seleccionado como uno de los mejores poemarios publicados en España en el 2008. Ha dado recitales de su obra en Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Alemania, España, Italia, Australia, los Estados Unidos y Canadá. Publicó, junto con Luis Molina Lora, las antologías Retrato de una nube: Primera Antología del cuento hispano canadiense (2008) y Las imposturas de Eros: cuentos de amor en la postmodernidad (2009). En 1992 ganó el Primer Premio de Poesía en el certamen convocado por la Celebración Cultural del Idioma Español en Toronto, Ontario, Canadá. Tiene terminado un libro de cuentos titulado Con Aurora después. Reside en Canadá desde 1988.    

CRUJEN LAS COSAS
Crujen las cosas,
se derrumban,
crujen de día
y  crujen de  noche,
no como cruje una casa
por los pasos diarios
sino como
si estuvieran
hundidas
por un peso atosigante,
como si una carga
fuera triturando
su arena.
Se pueden ver grietas
en las paredes
y los arranques de las casas,
en las ciudades
y sus parques
que no pueden impedir
que poco a poco
se vayan llenando
de grama y florecillas.
Crujen las cosas
aunque no lo oigamos,
aunque volvamos la vista
a otro lado,
aunque disimulemos
que percibimos el polvo
que los días van dejando.
El libro, la taza,
el disco que tanto cuidábamos,
la bicicleta,
todo se va cansando,
todo va cediendo
como el verano,
como las fotografías,
como los puentes
y los cauces de los ríos.


VAMOS ESPARCIENDO LOS DÍAS
Vamos esparciendo los días
por ciudades y países,
por pueblos y aldeas
en los que hemos vivido.
Esas ciudades y aldeas
se van haciendo propias
y van dejando en nuestra piel
una pátina de oro
hecha de pasos y de horas,
de largas conversaciones,
de viejas amistades,
de largas caminatas
perdidos en sueños. 
Vamos dejando nuestras huellas
por donde vamos,
por calles ajenas que apropiamos
aunque sea por un tiempo,
por el trabajo que tuvimos
aunque sea por un tiempo,
por parques y puentes,
en el metro y los autobuses,
en el cine y la biblioteca.
Vamos también recogiendo aguas
de un río que no era nuestro,
vamos también echando a nuestro cesto
peces de un mar que poco a poco
va siendo nuestro
porque las ciudades y los países
en que hemos vivido
también se van pegando
al cuerpo, van adhiriéndose
a la piel como un olor,
como un color de sol,
como el color verde a las hojas,
como una canción
que suena constante en la mente.