El artista produce la obra pero no es el que determina su valor




El pintor colombo-italiano Gastón Bettelliparticipa con el siguiente texto en la polémica contra los curadores iniciada en el número anterior de Con-Fabulaciónpor los maestros Armando Villegas y Fernando Maldonado.

Por Gastón Bettelli

El artista puede colocar su obra en el estudio o en una galería ponerle un precio y dejar como se suele decir que la obra se defienda sola.Pero la cosa no es tan sencilla. Desde hace siglos se hacen indispensables los intermediarios. Hoy es una red infinitamente más compleja. (El libro de Bourdieu revela la tupida trama en 500paginas!) Y hay curadores de curadores.
En esta próxima semana se abre en la Galería de Banco de la Republica de Bogotá una exposición de un notable artista a nivel mundial: Gerhard Richter, y ¿cómo criticar entonces a un curador que se las ingenia dados sus contactos y los fondos necesarios y amparado por el prestigio de un Banco Colombiano para traer una muestra de singular importancia de uno de los artistas más cotizados vivientes?
Digo esto no con el fin de defender a los curadores sino de indicar que como entre los cocineros hay buenos, regulares y malos. Hay un poco de todo. Lo bueno, lo malo y lo feo como en el “espagueti- western” de Leone.Mi experiencia con el Banco de la Republica ha sido buena.  A parte del hecho de que allí hice una exposición en mi ya lejana juventud y eso le da un sesgo personal de afecto y de memoriosa nostalgia.
¿Qué hacer? Antes eran las cortes papales o reales las que determinaban el valor de una obra. Hoy son los museos, los bancos, las corporaciones, las universidades, algunas galerías y seguramente las casas de subastas, las que determinan su valor y todas estas instituciones tienen su curador que no siempre es de planta, sino invitado. Ellos juzgan (no siempre con integridad). Los artistas trabajan. Yo también anhelaría con los maestros Armando Villegas y Fernando Maldonado un mundo distinto.
Pero por ahora es así.
La puntilla y la pared donde está la obra determina su valor. Y quien tiene el martillo en muchos casos (pero afortunadamente no siempre) es el curador. Oh! Tempores Oh Mores!