A ras de tierra


LA FUGAZ SALVACIÓN

El poeta, realizador audiovisual y docente investigador del IECO (Universidad Nacional de Colombia), leyó con motivo de la presentación del libro A Ras de tierra, Pacifistas sin fronteras, en homenaje a las víctimas en el Uy Festival 2012, el siguiente texto. El libro está dedicado a las madres de Soacha cuyos hijos fueron desaparecidos y luego reportados por el ejército como guerrilleros dados de baja en combate: Falsos positivos.


Por Julio César Goyes Narváez

Un día se está hablando con los amigos y, al siguiente, el retorno es una quimera. Cuántos seres amados se han ido porque el tiempo les cuarteó la piel. Mas, cuántos han sido asaltados en su sonrisa, castrados sus ojos que debieron ver algo que nunca imaginaron, mutilados y desaparecidos sin dejar más rastro que su extraña ausencia en el apremio cotidiano. Diría que todos tenemos una experiencia de ese orden y cargamos un verso contundente en nuestra memoria y, querámoslo o no, sentimos impotencia y culpa. ¿Qué hemos hecho para detener la ignominia, la injusticia, la desmesura de los violentos? No escribo desde la recriminación sino desde la poesía que dispone y compone los recuerdos del desmemoriado, el vacío sistemático que engorda el olvido. La poesía, más que una escena imaginaria para tapar o hacer circular frustraciones o hacer terapia laboral, más que distinción simbólica para los solitarios y los cultos que claman por la expresión individual, es huella de que algo sucedió y no hemos aceptado, inminencia de que algo está por suceder y no deseamos saber, suspenso del día que termina y la noche que se acorrala a la espera del sueño y la pesadilla.  Así ha sido una parte de la vida de los colombianos en estas últimas décadas, así hemos resistido y combatido el terror de estado y el de la lucha armada de izquierda o de derecha que, a estas alturas ya es la misma cosa; y esa otra técnica tan despreciable que es el de la ambición por el control del poder político, económico y cultural, donde los medios de comunicación se involucran aparentando inocencia en la información, tan perversa como la denominación de “falsos positivos” para los inocentes. Derecho a la información sin respeto a la privacidad, sin deberes para con la dignidad, la diversidad cultural y política, la discriminación social; sin investigación, ni disenso. Perverso sería también no reconocerle a un puñado de periodistas y comunicadores sociales  -entre otras cosas, muchos han sido asesinados-, su ético y valiente compromiso social. Y aquí de nuevo la poesía, que no es la invitada a los  noticieros y programas culturales que publicitan los medios, pues molesta y escapa a su coherencia y  tranquilidad de significado. ¿Porque cuantos estarían dispuestos a leer en voz alta este poema e intentar ser la voz del otro?

Y vinieron políticos y periodistas,
hombres de negocios, maestras de escuela
y dijeron frente a tus cenizas:
¡Seré tu voz!

Y los poetas y los artistas
y los cantores también vinimos
ante tu recuerdo,
para decir humildad,
para clamar a tu memoria:
¡Seré tu voz!

Seré tu vozes un poema de un libro polifónico, en el sentido de que relucen conciencias estremecidas, impotentes, desagarradas; voces que se entregan al recorte y creación del poeta que las convoca como noticias y recuerdos; voces como dudas que circulan en la confusión y el desarraigo; voces históricas e imaginarias. La voz promete una defensa, quiere ser heraldo de compañía y alivio, más toda promesa es sagrada y cada poema es un diálogo perpetuo que increpa, indaga y solicita, tal vez por ello el empleo de la segunda persona del singular marca un aquí y un ahora en presente continuo: “Ojalá hubieras regresado”, “lo que no sabías”, “tu recuerdo”, “tu lo sabes” “ya no eras más”, “¿te torturaron?,  etc.

Recuerdo que Neruda escribió un poema en donde una voz pregunta el por qué de su poesía ya no le canta al paisaje y los árboles de su país natal, y el poeta contesta en plena guerra civil española: "Venid a ver la sangre por las calles/ venid a ver/ la sangre por las calles/ venid a ver la sangre/ por las calles"; sentirá después la misma desazón con el golpe chileno. La poesía no debe servir para fines políticos, no hay duda de ello, pero hay que levantar la confusión que los manipuladores trenzan entre ideología y ética, la muerte cuando se impone como terror y exclusión  del Otro, cuando es odio, ya no es un problema político ni gramático, sino dramático, por ello compasivo, solidario.

Y más rostros, y rostros,
se fueron sumando
a la siniestra lista…
¡Todos nos sirven!
¡Tráiganlos!

Y después ya no eran más…
y calaveras y ropas ensangrentadas…

La poesía si es comunicación, sólo lo es en la medida de que algún tipo de información (significados) se predisponen sobre el tema, los signos que el poeta usa o los personajes que pueblan su imaginario; un querer decir sin poder decirlo, una especie de palabra en suspenso entre alguien(poeta) que se dirige a otro (lector); fuera de allí es fluir de imágenes que cortocircuitan la lectura lineal y cómoda del lector (la pura irreverencia). El poeta siempre tiene una voluntad de forma a la que no puede resistirse, pero ante todo, es experiencia del lenguaje en tanto es emocional, deseante, justiciera; es la poesía de un sujeto de carne y hueso que enfrenta lo Real de la violencia, el sexo y la muerte, en medio de la cultura light, del spot perverso, de la sociedad aséptica y el marketing de la eterna juventud. Y esta es la plataforma vital que uno encuentra en este nuevo libro de VJ Romero, un poeta que decide no regocijarse ni celebrase a sí mismo, sino que extiende su poesía hacia la amenaza de lo Real que nos circunda y, como no puede decirlo todo, va más allá del documento, va hacia los fragmentos que como vestigios el lector tiene que completar, pues no le es ajeno este imaginario de abatimiento. VJ nos regala destellos donde se cuela el dolor y la miseria, el afecto fraternal y el amor visceral de los familiares, de los que han amado y están posesos de “una pena sin fondo”, como diría César Vallejo. Los poemas de éste libro son heridas que denuncian y que caen, una y otra vez, en la escucha, la mirada y el cuerpo. El primer poema nos ubica en el arco poético del libro, en la misión del poeta en este mundo habitado por solapados y cobardes. El poeta se afirma en una palabra que por fortuna todavía es estética y ética, y no sentimiento de coyuntura publicitaria.

Volveré a casa
por los que han muerto.

Y viviré por ellos.

Y después,
cuando crea que ya es la hora

Por ellos

Y también por mí
Moriré…

El ser humano en su paso por esta tierra recalentada deja cosas, significados, que duda cabe,  pero ¿cuántas de esas cosas procuran sentido, deseo, experiencia?, parece revelar el poeta al reconocer en la casa todo el amor contenido y no sustraerse ni siquiera a la muerte, pues la poesía no disimula el tiempo, lo asume, quizá por ello en este libro la poesía también es crónica, dispositivo que agencia la memoria en múltiples vivencias, insistencia en que por los desaparecidos, por los asesinados y por nuestro muertos el poeta vive y sueña, porque como dejó escrito Aurelio Arturo, “los muertos viven en nuestras canciones”.

Y desde entonces, hace mil días,
tu madre ya no duerme.
Sólo sueña.
Y en el sueño de ella sigues vivo aún…

Pero cuando despierta,
recuerda con angustia
que ya no podrá volver a verte:
te asesinaron, tú lo sabes...

Y cada mañana,
la que muere es ella…

Y que otra cosa puede ser la poesía de nuestros días, sino canto y cuento, como quería don Antonio Machado, apalabramiento del gozo de los seres que vivos sueñan e intentan realizar eso que sueñan, porque “también nosotros soñamos sobre sangre que vendrá”, escribió Juan Gelman. Justamente porque hay esa herencia es que nuestros calientes muertos esperan que los apalabremos en su fase más altiva y regocijante, como una forma de conjurar su deshonra, exhortar su dignidad y compartir su dolor. Borges, en uno de sus cuentos cifró que cuando un hombre mata a otro, éste de algún modo también muere. Esta alegoría metafísica y, hasta cierto punto, cristiana, redime pese a la impunidad, pues queda la posibilidad del remordimiento en el corazón que se agitó cuando ordenó la ejecución, más la memoria se debate entre el recuerdo y el olvido, la sociedad y sus instituciones entre  La ley que ampara y busca justicia y El fuero que es borrón y cuenta nueva; qué más da, el absurdo y la perversidad disponen la violencia.

A leer los conjuros poéticos del poeta VJ. Romero, surgió en mí la posibilidad de una fugaz salvación, tengo fe en que al lector le cause igual estremecimiento.