La poesía de Hernando Socarrás



Caída en cámara lenta a la Nada

Por Otto Ricardo-Torres

Sin la menor duda, esta es poesía de vanguardia. Su epicentropoético es el caos, pero no el caos natural, sino un caos creado, con base en el desordenamiento de incluso el menor asomo de coherencia o de cohesión dadas.
Su sintaxis o su ordenamiento es el de la ruptura, al otro lado, al extremo opuesto, lejos, de la semántica de la lengua ordinaria. Son poemas des-significativos, en guerra abierta con la reminiscencia y con todo lo que esta trae. Por lo tanto, no han lugar a la nostalgia, a la tristeza, a la evocación, a la mirada humanizada sobre la memoria del paisaje.
Aquí uno se encuentra con cosas, con objetos, pero ya destituidos, liberados de sus empresas significativas corrientes. La tarea es desencajar lo que toca, lo que nombra, dejándolo a merced de un nuevo punto de partida inédito, a modo de una infraestructura para fabricar la nada.
Esta poesía es una fiel imitación de la naturaleza en su dimensión y en sus escenarios no figurativos. Consecuente con ello, no hay elogio, apología ni vituperio, alusión, mención a lo conocido, mucho menos a las entidades figurativas de ninguno de los universos, el cultural ni el natural. Ese rasgo la ubica en la familia de la abstracción que es una de las formas más sutiles y esenciales con las que se manifiesta el universo natural.
La sintaxis, semántica y lenguaje en general de la luz, con toda la antología innumerable e irrepetible de colores; de los sonidos, del silencio hacia dentro y hacia afuera, en armonía con los elementos, y con el mar, cañada, viento, tempestad, etcétera, son no figurativos, naturaleza no figurativa, naturaleza al natural, que no ha pasado todavía por las manos del artesano ingenuo o consumado.
El camino al origen es ese, así uno vuelve a barajar y a verle el lado natural a la realidad.
Lo que es así. Lo que es no es PARA ninguna otra cosa sino para sí mismo nada más. Lo que es se halla virgen de toda función convencional, de toda codificación. Lo que es no es nada prefabricado, sino lo que el hombre no es capaz de hacer, pues ya está dado. El hombre también ya está dado, nace hecho, viniendo de muy lejos. Pero el hombre no se conoce porque se olvidó conocer lo que es en sí, por estarse ocupando de la prefabricación, de lo que es PARA esto o lo otro. Por eso, el hombre se olvidó de sí y ahora cree que él es la hoja de vida, la cédula de ciudadanía o fulano de tal.
La pedagogía del caos sirve para eso, para acordarnos de que debemos olvidar el PARA para mirar lo que es en sí mismo nada más. El sabor de una fruta no es el nombre de esta. El sabor es su identidad, su nombre. Y así, el sonido, los colores, la danza danza.
Las hormigas andan como la sintaxis de estos poemas de Socarrás, nadie puede atinar de dónde vienen ni para dónde van. Entonces, lo recomendable es no prefigurar, sino dejarse llevar por la sorpresa del rumbo errático de ellos. Si eso hacemos, ganamos, uno mismo se consigue en cada jornada de no-hacer, como si estuviéramos asistiendo al desbaratamiento épico de los vasos, los cubiertos, la vajilla, las viandas y de todo lo que se ha dispuesto retóricamente en la mesa rutinaria y artificial.
El inventario de esta poesía se adelanta, no a partir de lo que ofrece, sino de lo que deja por fuera. Lo que ha quedado sobre la mesa es la no-mesa, la exmesa, donde “en aquel tiempo” la gente se sentaba a hacer aquello y lo otro. La vieja mesa, el antiguo orden, ya no se puede leer ni a partir de los añicos. Y Socarrás lo intenta adrede haciendo poemas mediante los pedacitos de loza de la vajilla, teniendo el cuidado de que no susciten la menor reminiscencia de la ex.
La poesía de Socarrás es para leerla con sumo cuidado, en puntillas, sin obligarla al patetismo. Con absoluta seguridad, ella no nos va a sonsacar ningún suspiro, ni nos va a aportar sentencias, conceptos, brillantes razonamientos, a menos que el poema despabile o se descuide. Al contrario, si la leemos como debe ser, ella nos va ir dejando solos cada vez más, hasta quedarnos cayendo en cámara lenta a la nada viva.
Construir sentido ha sido la costumbre, mas no realizar ni elaborar la inocencia. Con el sentido andamos todos los días, tropezándonos con los pasos ajenos. Es una especie de sociedad alienante o ajenante, pues nos ajena de uno mismo. No así la nadidad, la vacuidad, el ver sin la memoria, estarse solo apenas rodeado de universo. A fuerza de diluirnos, la transparencia, íntima y lejana, es nuestra piel. Gracias, poesía de Hernando Socarrás.
No es, pues, poesía para declamar, y mucho menos en voz alta con despeinada y todo, no. Es poesía solitaria, que, de manera tranquila, sin dársele nada, no se preocupa por arrancarle ninguna lágrima a nadie… Kandinsky, Malévich, Tatlin, Mondrian, Klee, Matisse, el cubismo de Braque, el gran Miró, suprematismo, minimalismo, podrían formar parte de su ADN, sin duda.


5 poemas de Hernando Socarrás


COMO NO SE SUEÑA

Te dejaría morir
de mi mano

en su lugar
y juntos,

como sangre cruel y media
espada

empuñando uno al otro
sin voz, 

sin rabia
como no se sueña.

(La  luna de los objetos, 2007)



BOCAS MUERTAS

Bocas muertas:

atraen
aves y felinos no nacidos.

(La  luna de los objetos, 2007)



El COLOR DEL COBRE

El color del cobre
envejecido por el habla

ha quemado un rostro
el mío

tan considerado
notorio por el violento precipicio

de los ojos
y perdido

como aguja primordial
en un invierno
que avanza

al abrigo
de

las cortaduras.



BURKA UNO

Detrás del místico
laberinto

la oscuridad sin falta.


(Plasma, 2010)


ENTREGO LA PAZ de mi verdugo
su ojo abierto, sin dormir,
su ojo
que jamás ha muerto y decidido

prefiere
ver
en mí.

(El lápiz de la memoria, 2008-9)